El Bacon de Sylvester Stallone: una investigación (3)
El tercer capítulo, un par de mitos explicados y un misterio resuelto.
Miré Instagram y me lié. Llevo ya dos semanas contando cómo una foto del saloncito de Sylvester Stallone despertó mi curiosidad y eso inició una pequeña investigación sobre un cuadro de Francis Bacon que yo nunca había visto y cuyo título no aparecía en internet.
Un par de días después, la cosa estaba bastante estancada pero no estaba dispuesto a darme por vencido. Nada excita más la mente de un curioso (algo que reconozco que soy) que resolver un misterio, por más intrascendente que este sea. Llegué a la conclusión de que era necesario abordar el problema desde otra perspectiva. (Imaginad mi eureka moment, por ejemplo, mientras friego una taza de café).
Quizá lo que ocurría era que había considerado como ciertas todas las pistas que había encontrado y, en realidad, no tenían por qué serlo. Así que decidí tomar entre los dedos el delgado hilo que hasta ahora tejía esta historia e ir tirando de él hacia atrás, poniendo en cuestión una a una cada una de sus supuestas certezas y ver si eso me llevaba a algún lugar inesperado.
Aparte del autor y el nombre del propietario en 1997, del cuadro solo tenía tres datos: su propia imagen, su título (Isis and the Sphinx) y la fecha en la que había sido pintado, 1983.
Respecto a lo primero, estaba claro que en el cuadro había una esfinge. Ahí estaba, arriba a la izquierda. Pero también que la otra figura no tenía nada que ver con Isis. Parecía más bien un boxeador (¿la auténtica razón de que Sylvester lo había comprado?) o un atleta con una pierna vendada sangrando.
Nada que ver con Isis, la diosa egipcia, uno de los principales personajes del mito de Osiris, que también consulté y que va más o menos así: el dios Osiris es asesinado por su hermano, Seth, con el objetivo de arrebatarle el trono de Egipto. La esposa de Osiris, Isis, concibe con él un hijo póstumo, Horus, que al crecer competirá con Seth por el trono, derrotándolo y, finalmente, haciendo volver a su padre de entre los muertos.
Tras leer un buen rato sobre Isis y convencido de que esa información me iba a servir de más bien poco, se me ocurrió reducir mi búsqueda a los únicos dos datos que tenía seguros: “Sphinx Bacon”. Dos clics después, esa parte del misterio había sido resuelta: descubrí que lo que había pasado era simplemente que había un error en el título que aparecía en el artículo de AD. En realidad, el cuadro se titulaba Oedipus and the Sphinx after Ingres.
Habiéndome dedicado durante años a trabajar en revistas, entiendo perfectamente que es algo que puede pasar fácilmente. Quizá el error se produjo por un fallo del propio Stallone o de alguien de su entorno al decirle el título a la redactora, Judith Thurman, que por otro lado es una escritora muy prestigiosa que siguió durante años escribiendo para AD, actualmente es colaboradora de The New Yorker y ha recibido multitud de premios. Thurman seguramente solo se limitó a plasmar en el texto un detalle menor de todo lo que le habían contado.
Así que “Edipo y la Esfinge a la manera de Ingres”. A lo largo de toda su carrera, Bacon dedicó mucho tiempo a estudiar la obra de muchos pintores antiguos, entre ellos, el francés Jean-Auguste-Dominique Ingres, de quien se conservan tres versiones del tema de Edipo y la Esfinge, uno de ellos en la National Gallery de Londres.
Según cuenta Aristófanes, la Esfinge era un temible monstruo que arrasaba cosechas y se divertía matando a los habitantes de la antigua ciudad de Tebas. La única manera de liquidarla era resolviendo un acertijo, siempre el mismo, que planteaba a los que se presentaban ante ella: “¿Cuál es la criatura que al amanecer anda a cuatro patas, al mediodía anda a dos y al caer la tarde anda a tres?”.
Todas las versiones de Ingres representan el momento en el que Edipo se presenta ante la Esfinge y, sobre los huesos de sus predecesores en el reto, responde: “Te refieres al hombre, que cuando se arrastra por tierra, al principio, nace del vientre de la madre como indefenso cuadrúpedo y, al ser viejo, apoya su bastón como un tercer pie, cargando el cuello doblado por la vejez”.
Como puede verse, el cuadro de Bacon tiene bastantes similitudes en la composición aunque, en la versión actualizada, Edipo ya no ocupa el lugar central, sino que ha sido relegado a la derecha y se sale ligeramente del lienzo, dejando en el centro un espacio casi vacío. Además, claro, de tener una pierna vendada y dos heridas sangrantes en el pie.
Según David Sylvester, crítico, amigo de Bacon y cuyo apellido resulta especialmente adecuado en este texto, “Bacon hace del ganador, un perdedor. Edipo es un luchador herido que muestra su pie lastimado a la Esfinge casi como una ofrenda”. Al fondo, en el hueco que queda entre los paneles de color rosa, una forma sanguinolenta parece presagiar el fin funesto que le espera a Edipo. Una reinterpretación, más bien una corrección, del mito que parece querer expresar el destino nada heroico al que se estaría dirigiendo la raza humana.
Ante mí, la pantalla de mi ordenador mostraba con todo detalle Oedipus and the Sphinx after Ingres en la web de la Fundación Francis Bacon, que yo contemplaba bastante satisfecho por haber resuelto el pequeño enigma. Estaba a punto de cerrar la pestaña y comenzar a hornear una nueva hogaza de pan cuando leí en esa misma web que el cuadro actualmente se encontraba en el Museo Coleçao Berardo de Lisboa.
¿Qué era lo que ocurría aquí? ¿Finalmente lo que tenía Sylvester era solo una copia? Enseguida supe que el último capítulo de esta historia me llevaría a contactar con el Museo Berardo. En la cuarta y última entrega de esta historia, la conclusión final.